Saber o vivir

Tomás Vega Moralejo

A menudo pienso en qué es la felicidad, y si es posible que ésta sea algo duradero; en qué es el éxito y si éste es la felicidad… y cosas así. En hasta qué punto es cierto aquello de que para ser feliz hay que estar loco, o tonto.

Voy concluyendo que el éxito está en la felicidad, y no al contrario. Hace años pensaba que el éxito era salir en la tele, ganar mucho dinero, ser famoso haciendo aquello que guste, sexo a discreción… y cosas de esas que son de hecho las que ordinariamente se entienden por éxito. Además, parecía que son los éxitos los que dan la felicidad.

De nada hubiera servido que alguien me hubiera explicado entonces que nada de eso es la felicidad, pues es de esas cosas de las que se tiene que dar cuenta uno mismo, con el paso del tiempo.

Aún estoy en ello, aún no sé si puede ocurrir la felicidad como un estado duradero, como algo más que momentos, puesto que la felicidad depende de numerosos detalles que no siempre confluyen en el tiempo. Pero me he persuadido ya, al menos, de que no me haría más feliz salir en la tele, ni siquiera ganar más dinero sino si acaso ganarlo haciendo algo que me guste, creo que ser famoso tiene que ser complicado, que el sexo tal cual solo da satisfacciones que duran lo que dura el sexo, que no necesito más amor que el de una mujer….
Creo, en cierto modo, que la felicidad consiste en saber que no existe tal cosa como estado, sino que, si acaso, tiene que ser algo tan sencillo como que la salud deje seguir adelante a uno mismo y a aquellos a quienes se quiere, trabajar en algo que no estrese y con lo que se gane suficiente para seguir adelante sin penurias, amar a una persona que te ame y seguir adelante juntos, y tener tiempo suficiente para el ocio con que reponer energías para seguir adelante.
Si se tienen hijos, que se cumplan en ellos esas mismas premisas.

Tiene que ser algo así la felicidad, aunque me he visto en ese estado y aún me ha parecido que anhelo algo más: más dinero, más tiempo, más sexo. O que algún detalle menor me perturba y no me deja ser feliz, tal vez naderías como escuchar un ruido molesto cuando quisiera leer tranquilamente.
Y siempre… siempre perturba la felicidad, aunque personalmente se le den a uno las condiciones anteriormente mencionadas, el saber de las cosas malas externas:
¿Se puede ser feliz sabiendo que en este preciso instante, en algún lugar del mundo, alguien está siendo asesinado, violada, torturado, …? ¿Se puede ser feliz sabiendo que para comer ese chuletón tan rico, que da satisfacción, ha habido que maltratar y matar a un animal sintiente e inocente?
¿Se puede poner el telediario, con sus mil y una desgracias, y seguir feliz?

¿Se puede Saber y vivir feliz?

¿Se puede ser feliz, por ejemplo, sin teléfono móvil? Se podía, sin duda, pues no hace tantos años ni existían, pero ¿Se puede ser feliz sin teléfono móvil sabiendo que lo hay?

Cuando los talibanes retomaron el poder en Afganistán pensé, lo primero: ¿Cómo puede ser que lo hayan conseguido sin resistencia?
A parecer hay por ahí, de antes, un “Acuerdo de Doha” entre el infame Trump y los talibanes, pero eso por sí solo no explica que los propios afganos, los que se iban a quedar de facto en Afganistán, les dejaran tomar el poder a los talibanes sin pegar un tiro.
Y me pregunto entonces: -A ver si va a resultar que los talibanes no son tan malos para los afganos en general- -A ver si va a resultar que prefieren a los talibanes que a los extranjeros- -A ver si es que los talibanes no son el demonio que nos pintan-. Y esas dudas ahí quedan como dudas, porque no voy a ir allí para comprobarlo, pero pienso también desde otras perspectivas:
Supongamos que efectivamente los talibanes son tan machistas como se dice. Habrá mujeres que no hayan conocido otro mandato que el de veinte años de ocupación estadounidense, o se hayan acostumbrado a ese, que presumiblemente les daba mayor libertad. Ahora entonces ¿Qué?
Ahora, si los talibanes son tan represivos (según nuestros cánones) como nos dicen que son con ellas, lo van a pasar peor que si no hubieran conocido otra cosa que la forma de vivir talibán.
No sé si me explico: que un pájaro que ha nacido en jaula, aunque pueda sentir deseos de ir más allá de los barrotes, me imagino que llevará mejor estar encerrado, ya que no ha conocido otra forma de vida, que uno que ha estado libre y lo meten de pronto ahí.
Así que, desde ese punto de vista: flaco favor se le ha hecho a las afganas.

Siempre me ha llamado la atención también la aparente facilidad con que en algunos países o culturas se deshacen de los propios hijos o, sobre todo, hijas, intercambiándolas o simplemente quitándolas de en medio. Es tan distinto a nuestra forma de pensar, que parecen mundos distintos.
¿Cómo una madre puede entregar a su hij@ y seguir con su vida cotidiana?
¿Y si las mujeres en Afganistán están a gusto con el modo de vida talibán? ¿Quiénes somos los occidentales para decirles que no debe ser así?

Leyendo el libro “Persépolis”, de Marjane Satrapi, te das cuenta de que desde la perspectiva iraní, aquí vivimos de una forma hipersexualizada y que circula mucha droga entre la juventud, y se me plantea ¿Quién es peor? No desde nuestros ojos, sino objetivamente si es que fuera posible verlo así ¿Es mejor banalizar la sexualidad y las sustancias psicotrópicas? ¿Es peor tapar la tentación sexual y dejar el sexo solo para cuando toca?
Como español, estoy pensando lo mismo que tú, amigo lector: qué lástima que los talibanes manden ahora en Afganistán.
Pero, objetivamente, no es tan sencillo llegar a una conclusión de dónde está el punto justo del cómo deben ser las cosas.
 
En las dos distopías por excelencia, la de “Un mundo feliz” (1932) de Huxley y la de “1984” (1949) de Orwell, se nos plantea:
-En 1984, se observa (en plan “Gran Hermano”) y se controla a la gente mediante el miedo y el dolor.
-En “Un mundo feliz” se controla a la gente a través del placer, mediante una droga y el sexo.

Los dos planteamientos son improbables o imposibles, pero a veces pienso si no estamos inmersos ya en una especie de mezcla de ambos.
Controlar a la población no puede ser mediante el miedo y el dolor, al menos a largo plazo, porque sería algo absolutamente inestable. Tampoco podría ser productiva una sociedad basada en el hedonismo.
Pero ¿Acaso no estamos ya controlados cual “Hermano Mayor” de 1984, a través de Internet… pero “felices” gracias a la importancia que se le da al sexo y a las distintas sustancias psicoactivas?

Veremos cómo transcurre este enrarecido mundo de cambio climático, pandemia y amenazas de apagones eléctricos, crisis de suministros y potencial escasez de agua y alimentos…
…pero dan ganas de no Saber, de meterse en algo parecido a El Bosque de Shyamalan, para poder Vivir… aunque la actualidad siempre nos acabaría alcanzando L

Tomás Vega Moralejo

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