Todas las perreras van al cielo

Tomás Vega Moralejo

Todos los perros van al cielo, porque si uno es malo es que lo ha hecho malo el dueño. Y todas las personas (mayoritariamente mujeres) que protegen a los perros van al cielo… si es que existe eso.

Hace unas semanas leía el mensaje de auxilio de una asociación protectora de perros que conozco bastante bien, y sería una catástrofe que se perdiera.

Lógicamente una asociación está compuesta por personas con nombre y apellidos, como Isa S., con su trabajo y su vida privada también… que tienen que aparcar a menudo sus cosas para dedicar su tiempo, sus energías y a veces hasta su dinero en la labor de ayuda a esos inocentes perros que algún malnacido ha abandonado, a menudo previo maltrato.

En aquel mensaje pedían ayuda porque se encuentran al límite de sus fuerzas.

Sé, por experiencia en otros ámbitos, que muchas cosas no se tiene idea de lo que implican hasta que se está en ellas. Hay cosas de lo más complejo que vistas desde afuera parecen hasta fáciles.

Mi mujer y yo, por ejemplo, tenemos dos perros adoptados y llevamos más de sesenta de acogida, pero ríanse de la cifra frente a más de cinco mil que ha recogido, cuidado y reubicado esa protectora (las personas de esa protectora) en una década.

Y es que no es ni parecido ser colaborador a ser responsable de la asociación.

Las personas responsables de la protectora tienen que estar al pie del cañón en todo momento. El Ayuntamiento correspondiente apoya, pero no puede hacerlo en lo más importante, que es el estar ahí. El Ayuntamiento no puede ponerles un trabajador o varios a ocuparse de los perros, porque para eso no vale cualquiera; hace falta sensibilidad, sacrificio… ser amigo de los mejores amigos del hombre. Eso no se paga con dinero. Ninguna clase de amor (lo mejor de la vida) se paga con dinero.

Por eso al final son solo unas pocas personas las que cargan con la gran mayoría del trabajo.

Las casas de acogida ayudamos, y no las quiero minusvalorar porque de hecho si hubiera unas cuantas más: pues más fácil sería todo para “la asociación” y para los perros… pero vamos, que una casa de acogida puede en cualquier momento decir -Oye, que me tengo que ir de vacaciones, llevaos el perro a la protectora-.

“La asociación” (una vez más: las personas de la asociación) no puede escaquearse. Las instalaciones hay que limpiarlas; hay que dar de comer y beber a los perros cada día, sacarlos a pasear algún rato… Igual surge un rescate cuando A tenía un cumpleaños al que acudir; igual hay un incidente con uno de los perros que ya forman parte de la protectora y M tiene que llevarlo al veterinario cuando estaba pasándoselo bien con unas amigas. Tienen que atender mensajes, llamadas… tal vez a deshora.

Realmente solo algunas personas especiales, auténticas ángeles, pueden con todo eso. Pero tienen sus límites. Es importante que se les ayude, así que si puedes hazlo: la parte de concienciación en redes sociales, o la donación de materiales o dinero a ese tipo de asociaciones es importante, pero al final necesitan más ayuda activa: adopciones, casas de acogida, transporte, alguien que se comprometa a acudir a la protectora equis días para ayudar con lo que haga falta, …

Hay momentos complicados cuando se decide ser parte activa en esto, y parece que no podamos permitirnos una ocupación más en medio de la frenética vida moderna, pero os prometo que ayudar a los perros es algo que aporta más de lo que pide. Son agradecidos y nos lo hacen notar. Ellos lo dan todo, sin condiciones.

Recuerdo por ejemplo un perro que cuando se fue lloré y aún lo añoro, Tito. Desde entonces hemos puesto con los perros de acogida una especie de barrera por la cual tratamos bien a todo perro pero no dejamos pasar ciertos límites de compenetración para que cuando se vayan ni lo pasen tan mal ellos ni lo pasemos mal nosotros. Podéis hacer así; que no os eche para atrás eso de “es que le cogeré cariño y a ver luego”. Las instalaciones de una protectora no dejan de ser un conjunto de jaulas para los perros, no son ningún paraíso; la protectora debe ser algo transitorio hasta la adopción, y teniendo a los perros con nosotros estaremos ayudando a los perros y a las personas de la asociación.

Cuando el perro que hemos acogido ya está en su hogar, nos mandan alguna foto y creedme: algo nos acaricia por dentro. La satisfacción supera siempre a las complicaciones que hayamos pasado con ese perro.

En nuestro país se adopta poco y se abandona mucho. Lo contrario que en países como Alemania, a donde van a parar buena parte de los perros de las protectoras. Esto es así porque falta conciencia en España, y faltan leyes contundentes y efectivas. No es de entender que esto siga así, pues además el maltrato animal es signo de que algo no anda bien en la mente de quien lo desempeña, y mejor fichar y controlar a esas “personas”… pero mientras esto no cambie, las protectoras y sus ayudantes seguirán siendo imprescindibles.

A veces me pregunto si no habiendo protectoras los políticos se espabilarían de una vez a crear las condiciones para cambiar las cosas, ya que las protectoras les están haciendo con pocos medios un grandísimo trabajo, ya que les están quitando perros de las calles que al fin y al cabo serían una molestia.

Pero creo que de no haber protectoras los perros sencillamente se llevarían a mataderos, y la gente seguiría igualmente tan tranquila lo mismo que lo está con el holocausto diario que conlleva comer carne: como no vemos lo que ocurre en las granjas y mataderos, no nos preocupa. No vemos el sufrimiento de esos animales, mamíferos en este caso como nosotros. No vemos sus ojos tristes ni escuchamos sus lamentos cuando les arrebatan a sus crías, no vemos su desolación por las condiciones en que los hacinan, no vemos su terror cuando esperan su turno en el matadero mientras delante de ellos se desangran sus compañeros… pero todo eso, y más, ocurre.

Y tú, que has llegado hasta el final de este artículo, no quieres ser parte, con tu pasotismo, de todo ese dolor. Así que anímate y ayuda como buenamente puedas.

Echar una partida a la consola o comerse un chuletón hace pasar un buen rato, pero ayudar a otras personas u otros seres sintientes y ver su alegría deja un poso en el alma; y al final eso es lo que te llevarás al cielo… si es que existe eso.

O al menos lo llevarás contigo a donde quiera que vayas.

Tomás Vega Moralejo

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