¿Soy un político tonto?

Tomás Vega Moralejo

Antepenúltimo día de septiembre de 2018.
Uno siempre tiende a pensar que es mejor que los demás (si no, simplemente, se sería de otra forma ¿No?), y se tiende a sobreestimar la propia inteligencia (lo cual, si no es en exceso, es hasta bueno: de lo contrario se puede caer en problemas de autoestima), por eso cuando se recibe un buen Zasca es un drama.

Os voy a contar un zasca que me he llevado, porque contar las cosas del alma es como una medicina. Aunque casi no sé cómo hacerlo porque hay tantos antecedentes que seguramente os aburra… y porque mejor escribir de modo que quien no sepa del asunto no pueda saber a quién me refiero.

A ver cómo sale esto:

2018 está siendo un año complicado económicamente para mí. En primer lugar, antes de saber de esas complicaciones, mi mujer y yo nos decidimos al fin a hacer una piscina e hicimos el encargo a primeros de año.
Algo después, a mi hermano (cosa que me influye porque compartimos negocio), se le averió su furgoneta y entre unas cosas y otras le emplumaron unos arreglos de varios miles de euros.
A continuación nos vino no sé qué de hacienda que la cosa es que yo tenía que pagar dos mil euros por las declaraciones de la renta de 2014 y 2016, y él más…
Sin entender a qué venía eso, porque además las declaraciones me las habían hecho en la propia agencia tributaria en Ponferrada, hice una primera reclamación a la que me respondieron con un recargo por intereses de demora y ya me quitaron la curiosidad de saber más y pagué y aire.

Luego tocó ejecutar la obra de la piscina, para lo cual nos tuvo que prestar dinero un familiar.

Seguimos sumando y un cúmulo de problemas nos deja sin coche, así que toca una letra más para otro.

Como si se tratara de un acoso y derribo, nos llega otro golpe tributario de mil y pico euros por no sé qué más del bar (no lo sé, de verdad, lo mío no fue Económicas sino Ingeniero Técnico Forestal, y la jerga esa de las cartas de Hacienda no me dan los conocimientos para entenderla).

Total, que estoy ya magulladito económicamente y esperemos que no vengan más imprevistos o me dejan KO.

Sin embargo, resulta que a alguna gente le parece mucha casualidad que un camarero casado con una enfermera sin contrato fijo, se pueda permitir en cuestión de un par de meses una piscina y un coche. Y piensan que el dinero sale de que soy alcalde.

Y no se creen del todo que en el Ayuntamiento gane como mil euros al año por asistencias a plenos y demás, y que todo el sacrificio que supone sea por amor al arte.
Y piensan, animados por todo lo que se ve en la tele de corrupción política, que nadie está en política por amor al arte.
Y les recuerdas a los misioneros, que hasta se juegan la vida por apenas subsistir, solo por ayudar a los demás, y siguen pensando que cuando la gente discute por meterse en política es porque algo sacará.
Y será verdad todo eso cuando lo sea, no en mi caso.

Al margen de lo que piense la gente, al que le toca pagar esas deudas es a mí.
Y al que le toca pagar la hipoteca de mi casa es a mí (y a mi mujer, vale), pero si la casa me la hubiera hecho siendo alcalde ya hubieran surgido suspicacias cuando es lo normal que uno se haga la vida con treinta y tantos, no antes porque no hay un duro ni después porque “pa qué” si ya se está cerca de palmar.
Supongo que piensan así porque ellos harían así; aunque me queda la duda de si soy yo el que piensa bien, en general, de la política porque yo no soy de aquella manera.

Sigo: A primeros de este mes tocó recoger cartas en Catastro en León para una ampliación del trazado de urbana, que fue algo que, precisamente, me supuso muchas horas que me aportaron la friolera cifra de cero euros porque lo hice por el amor al arte de mejorar mi municipio. El viaje a León, eso sí, a gastos pagos a razón de veinte centimazos por kilómetro.

Como presidente de la Mancomunidad de Municipios Bierzo Alto, por la que no se cobran ni las reuniones, me convocan a reuniones de Gersul.
Entre mi trabajo, el Ayuntamiento y mi hija, me faltan horas al día, de hecho he tenido que renunciar por la política a unas cuantas cosas que me hubiera gustado hacer. Así que a las reuniones que no veo importante mi presencia para mi municipio o mi Mancomunidad, pues paso de ir. Entonces, a las dos anteriores reuniones de Gersul que me habían convocado delegué en el segundo de a bordo de la Mancomunidad, un alcalde que por cierto sí cobra sueldo por serlo (nada que alegar, conste). Tengo que admitir que me sorprendió el buen grado con que recibió el ir él por mí a esas reuniones y hasta le agradecí en el siguiente pleno de Mancomunidad su amabilidad. Lo que no sabía entonces es que más bien me podría haber dado las gracias él (pero no tengo nada que reprocharle porque simplemente accedió a mi petición). Es un alcalde que me cae bien además, solo estoy explicando el cómo fueron las cosas.

Bien, pues esta semana me habían convocado a otra reunión de Gersul, con dos puntos en los que iba a ser ir a decir Sí y Sí… así que pensé -Cómo voy a meter otra vez a fulanito en el compromiso de ir a esa reunión porque a mí no se me hace fácil ir, si además es una reunión que viene con decisiones de antemano-. Total, que esta vez ni siquiera delegué y solamente mandé un email a Gersul comunicando que lamentaba no poder ir.

Y ayer me llama una trabajadora de Gersul con una consulta al respecto de la decisión que se había tomado en esa última asamblea general (Gersul pasará a gestionarse por Diputación de León), y por ese motivo tuve que llamar a una persona del Consejo Comarcal del Bierzo: ese, mientras no se demuestre lo contrario, innecesario intermediario (prueba de ello es que en el resto de la provincia no hay cosa parecida) que hay entre la Diputación y los pueblos.

Y en esa conversación me entero de que resulta que por cada reunión de Gersul se cobran más de trescientos euros…
¡Zasca!
O sea ¿Me estás diciendo que por ir tres ratos a León hubiera ganado tanto o más que en todo un año de Ayuntamiento, con el tiempo y quebraderos de cabeza que conlleva esto último? ¿No está pagado aquello en exceso?
Y ahí es donde me quedé con cara de tonto, sintiéndome estúpido.
Pensando en que si hay otra reunión de Gersul no me la debo perder, porque económicamente me viene bien, aunque realmente no haga falta que vaya. Y me siento sucio.

Y pensando que mi socio de gobierno en el Ayuntamiento es consejero en el Consejo Comarcal, como fruto del acuerdo político para gobernar tanto este Ayuntamiento como otro y el Consejo Comarcal, y que por eso está cobrando siete mil al año (por cierto, multipliquen por 27 Consejeros) por hacer mucho menos de lo que él mismo hace en nuestro municipio. Y tampoco esto lo digo como reproche hacia él, eh: lo triste incluso para él es que por lo que cobra algo decente es por lo que, con diferencia, menos trabajo le lleva de las dos cosas.

Y recuerdo que a veces he visto operaciones políticas que, no siendo ilegales, se aprovechan para sacar intereses privados como por ejemplo compras o contratos menores con amiguetes (cosas estas, dicho sea de paso, más complicadas con las últimas leyes), o uno al que había invitado a venir en mi candidatura y me dice que pasa de política y a los cuatro días está en otro partido porque dice que le ofrecen trabajo para un familiar… o personas que me exigen a mí pulcritud extrema pero no para sí mismas porque por ejemplo se saltan horas de trabajo….
y hay que dejar pasar sin más todo eso como un mal menor, para que el gobierno siga adelante y salgan adelante otras cosas más importantes.

En fin, que veo que hay personas que están en política y no dan puntada sin hilo. Y veo también personas de las que no tengo porqué dudar… pero voy viendo cómo se reduce el grupo de quienes estamos en política por la ilusión de que se hagan en nuestro pueblo o municipio cosas que nos gustaría que se hicieran, como que de una puñetera vez tengamos contenedores de reciclaje.
De eso último me puedo atribuir el mérito personal de haberlo conseguido, pero con todo al final pienso ¿De qué vale ese orgullo? Al final yo ahora lo estoy pasando apurado económicamente y los que están en política por pasta, pues la tienen. Y ya sabemos que el dinero es lo más parecido a Dios que hay aquí en tierra.
Apuesto a que los que están en política por pasta se descojonan de los que están por altruismo, lo mismo que el que se pega una vidorra a costa de los demás se descojona de esos demás o de los héroes que por serlo malviven o mueren (o los matan) temprano.
¿Valen la pena cuatro años de sinsabores para conseguir las pocas cosas que hacen ilusión? …y encima no conseguir la que más me apetecía, que era el arreglo de mi querido paraje de La Presa.

Así que me termino de chafar, preguntándome si al final es que tienen razón quienes no creen que se esté en política cual misionero. Sintiéndome tonto de verdad. Sintiendo que he perdido mucho tiempo de estar con mi familia, con mi niña… que tuve que dejar las clases de piano, que me hacían ilusión… que me he quedado sin tiempo ni energías para hacer deporte, que debiera… que he consumido más años de salud que los años que han pasado ¿A cambio de qué? ¿De cuatro obras de relativa importancia que al final se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia?

En fin… será que hoy me siento pesimista. Igual se me pasa con la fiesta que haga el día que deje la política. Ya queda menos.

PD: Es posible que alguien piense -¡Y este tío porqué no se puso sueldo de alcalde y a callar!-. Pues porque habría que aprobarlo en pleno; porque resulta que en este municipio, por tamaño, solo se permite un sueldo a una persona de equipo de gobierno y ¿Con qué jeta iba a ponerme a cobrar yo, y tres de los concejales de obras que echan tantas horas como yo, no? …y sobre todo porque ya sabía que aquí no se cobraba y yo mismo no lo quería. No me metí en política por dinero… pero ¿Soy tonto?

Tomás Vega Moralejo

 

 

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