Los últimos acontecimientos en su entorno natural instan a Italia a hacer todo lo contrario al premeditado retraimiento de su flamante gobierno.
En 2011, coincidiendo con el inicio de la “Primavera Árabe”, las llegadas de inmigrantes a las costas italianas se incrementan exponencialmente; la caída del régimen de Ben Ali en Túnez y la guerra civil en Libia serán la propulsión de un fenómeno que se reafirmará tras la muerte de Muamar el Gadafi. Libia se convierte en el principal país de tránsito hacia Italia, gracias a una inestabilidad que también ha generado el caldo de cultivo ideal para el brote de traficantes de seres humanos.
Aun siendo la ruta más peligrosa, Libia fue absorbiendo a muchos migrantes que intentaban acceder a Europa por Ceuta y Melilla, pues, con el aumento del control por parte de las fuerzas de seguridad marroquíes y las devoluciones en caliente que fue activando España, este punto se está haciendo impracticable.
Italia intentó ponerse el problema sobre sus hombros con la Operación Mare Nostrum, la cual salvó a miles de personas, pero, ante la sospecha de que esta produjo un “efecto llamada”, fue reemplazada por la operación Tritón liderada por Frontex, la agencia europea de control de las fronteras.
Es verdad que de los 181.376 arribos al belpaese registrados en 2016 se ha pasado a los 119.046 en 2017. Sin embargo, Italia sigue siendo el miembro de la Unión Europea con más llegadas.
Al mismo tiempo, ya prácticamente derrotado en Irak y Siria, el Dáesh, intentando reordenarse, mira a ambos lados y centra su atención en Afganistán, pero también en África Occidental y septentrional, especialmente en el Sahel y Libia.
Por otra parte, Al Qaeda del Magreb Islámico sigue con una amplia presencia, aunque está sufriendo un gran número de detenciones; en Túnez y en Argelia se observan la mayoría de las desarticulaciones.
Todo esto quiere decir que el caótico sur de Libia y Mali continúan siendo el principal foco de actividad yihadista. No obstante, se presentan grandes movimientos a lo largo del norte del Magreb, esto es, a las puertas del mar Mediterráneo.
Otro punto a considerar es el económico, fundamentalmente todo lo que tiene que ver con la energía, y más concretamente con el gas. En este aspecto hay que tener en cuenta que Rusia sigue siendo el primer proveedor de gas natural de Italia en el mismo momento que Moscú ha decidido volver al Mediterráneo. Esta sería la razón por la cual Trump dio la “bendición” a Roma para que sea protagonista en Libia.
Con respecto al gas, además de Rusia, Italia depende de Noruega, Países Bajos, Argelia y Libia. Por el sur, mientras se desarrollan los proyectos Poseidón y TAP (Trans Adriatic Pipeline), Italia se nutre a través del gasoducto TTPC (Trans Tunisian Pipeline Company), que transporta gas desde Argelia, y por medio del gasoducto Greenstream, el cual parte de la estación de compresión de la Mellitah Oil & Gas en Libia hacia Sicilia. Este último es el canal de abastecimiento más importante para Italia luego de los que vienen de Rusia.
La Mellitah Oil & Gas, en la cual participan la NOC (National Oil Company), la petrolera nacional de Libia y ENI (Ente Nazionale Idrocarburi), la mayor empresa italiana, deja muchas dudas en cuanto a su seguridad. Sin embargo, ENI, que gestionaba menos de un quinto de toda la producción de gas y petróleo de Libia antes de la guerra, paradójicamente hoy lo hace de casi un tercio.
Asimismo, ENI, que en 2016 logra que Italia se convierta en el tercer inversor en África, en diciembre del 2017 inaugura en un tiempo récord el yacimiento de gas natural de Zohr, egipcio y el más grande del Mediterráneo, con una cuota de participación del 60% y dejando el 30% a la rusa Rosneft. Casi simultáneamente, el consorcio Total-ENI-Novatek se adjudica la licencia para la exploración de petróleo y gas natural a lo largo de la costa libanesa; otra vez asoma Rusia mediante Novatek. Al parecer, ENI, el mayor cliente de Gazprom, transforma el abrazo del oso ruso en diversos apretones de manos.
Para Italia va quedando claro que en la última década han aumentado las migraciones desde África y se ha acercado el peligro terrorista. Por lo tanto, este urgente compromiso con la seguridad, unido a las nuevas oportunidades económicas que se abren, inevitablemente insufla liderazgo a Italia en el mar Mediterráneo.
Desde esta plataforma podrá tener la fortaleza para desarrollar pragmáticamente una relación de independencia con Moscú y una más interdependiente con Bruselas.
Augusto Manzanal Ciancaglini
Politólogo