Para los curiosones -que los hay- indico la fórmula que emplea “Picadillo” -Manuel María Puga- uno de los máximo exponentes de la cultura gastronómica gallega, pero que ni es tradicional ni se acerca a la ortodoxa, desde el momento en que no se habla de cazuela de barro ni de cuchara de madera.
“Se corta -escribe “Picadillo” – en rebanadas finas, el pan necesario , se coloca en una tartera y se cubre de agua. Se sazona y se deja cocer”.
“En una sartén, con aceite, se fríen tres o cuatro dientes de ajo, una cucharada de cebolla y, media, de perejil picado. Separamos los ajos cuando estén fritos y el resto se añade a la sopa y se le agrega una cucharada de pimentón».
“Se mete, después, en el horno para que forme corteza y en el momento de servir se escalfan los huevos”.
Pero, a nadie, en su sano juicio se le ocurriría viajar hasta El Páramo y afirmar, taxativamente, que las sopas de ajo se hacen así. Les responderían -y con toda la razón- que no es cierto. Como tampoco lo es, verdaderamente, una sopa de ajo que se cocina, por ejemplo en Híjar, provincia de Teruel y de las que habla Luis Antonio de Vega en su VIAJE POR LA COCINA ESPAÑOLA y se le añade pimiento picado, tomate natural y chorizo.
.La sopa de ajo -la verdadera- es la de La Bañeza y de la que dice Félix Pacho Reyero, de quien ya hablamos: “Esta sopa le dejará a usted el cuerpo como un reloj: asentado, limpio y reconciliado con la vida y ¡ eructe, hombre, eructe ¡ porque eructar es salud.”
Y termino hablando de Ventura de la Vega, dramaturgo español que decía:
“Siete virtudes tiene la sopa / quita el hambre y da sed poca / hace dormir / y digerir / Nunca enfada / siempre agrada / y cría la cara colorada/».
Para concluir, hablaré del ajo, cuya historia viene de tiempos inmemoriales o, como diría alguien, de los tiempos de María Castaña que, lo confieso, no sé quién era .
Parece ser q ue la palabra ajo procede del celta y que significa caliente o ardiente.
Comenzó a cultivarse, según algunos, en Sicilia aunque expertos botánicos dicen que esta planta liliácea procede de Asia y los pueblos que comen ajo en cantidad, raramente padecen cáncer.
El ajo fue utilizado por los esclavos que construyeron las pirámides durante la cuarta dinastía y hoy en medicina se emplea como tónico, antiséptico, energético y vermífugo.
De esta última propiedad, el cronista puede hablar con conocimiento de causa: a mi me lo aplicaban, de niño, en el ano para que, a su olor, saliesen las lombrices que anidaban en las tripas. Aparecían. Se tira de ellas y asunto concluido.