Jalogüin

Cartas al director

No es muy sensato quejarse, por el mero hecho de venir de Estados Unidos, de que se nos haya colado hasta la cocina la fiesta de «Halloween».

Tenemos decenas de cosas llegadas de allí con las que estamos muy a gusto, y ésta ni siquiera es una fiesta yanqui sino de origen celta… aunque sí sea a base de publicidad estadounidense que se haya extendido más desde hace unas décadas.

La palabra parece que proviene de algo así como «All Hallows Even», que vendría a ser «Víspera de Todos los Santos», y la forma en que se celebra actualmente podría decirse que es una forma de quitarle hierro al asunto de la muerte.

Además, si una cosa gusta pues a disfrutarla y ya está, que lo que sobra son días para la monotonía.

El problema es que esta tradición trae consigo el implicar a personas que probablemente pasan de ella.

Eso de ir tocando timbres o picando puertas amenazando con hacer una faena si no dan algo… pues como que no es muy respetable.

¿Qué tal si, ya de adoptar esta fiesta, la hacemos más civilizada en España y que la celebre quien quiera y solo quien quiera? No hablo únicamente de eliminar lo de las trastadas, que muchos niños ni siquiera llevan a cabo aunque no les den caramelos, hablo de eliminar directamente lo de ir por las casas… porque puede servir de pretexto para delincuentes (cara a cubierto, de noche y nadie sospecha de que vaya a una casa) pero sobre todo porque no veo porqué hay que martirizar a una familia durante horas, entre unos y otras, tocándole el timbre para que salga cuando igual lo que les apetece es ver tranquilamente la película de «Pesadilla antes de Navidad».
 
Tomás Vega Moralejo

 

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