No somos máquinas

Cartas al director

No, no somos robots… los camareros.

Se nos debe exigir, como a cualquiera, profesionalidad y un trato adecuado al cliente, pero un trato adecuado no tiene porqué ser, o al menos no siempre, un trato como de amigo de toda la vida; ni siquiera con los amigos de toda la vida.

Porque, como personas que somos, también tenemos nuestros días mejores y peores, nuestros días de encontrarnos enfermos (que generalmente no podemos pasar en casa por aquello de ser autónomos o la amenaza de que nos dejen sin trabajo), nuestros problemas psicológicos por asuntos personales, … o simplemente nuestros ratos de no apetecer ciertas cosas como discutir de política, o nuestros intereses que no tienen porqué pasar por el fútbol.

Un camarero es una persona más, en definitiva, como el minero o el funcionario; y no por trabajar de cara al público se nos debe presuponer estar siempre al cien por cien. Téngase en cuenta además que nuestro cara al público puede suponer, al contrario que la mayoría de (o todos) los demás trabajos, pasar varias horas seguidas con los mismos clientes… y los hay majos y los hay que no tanto.

Todo el mundo pide por la mejora de sus condiciones laborales… y nosotros, aunque no hacemos huelgas, también tenemos nuestras cosillas.

Algunas formas de ponérnoslo más fácil son tan sencillas como pedir y, acto seguido, pagar (así queda tranquilo el cliente y el camarero) o tener un poco de paciencia si hay mucha gente… o pedir cuando el camarero esté atento a nosotros y no pedir «al aire» (que el camarero no se entere a veces es por cómo se pide y no porque el camarero sea torpe).

Por supuesto que nuestras vicisitudes no son problema del cliente majo; en eso (que no siempre) sí le doy la razón a éste. Pero pídasenos un trato correcto, que no tiene porqué incluir estar de acuerdo con las políticas de derechas, ni aguantar bromas de mal gusto, ni soportar vaciles continuados, ni dar siempre conversación (a veces no hay para hablar ni del tiempo), ni reír presuntos chistes o gracias repetidas hasta la saciedad: un chiste, incluso uno bueno, o una frase ocurrente hace gracia la primera vez… o quizás hasta la tercera, pero si nos la contáis cada vez que nos veis pues ya no…

¿Y cómo debemos reaccionar ante cosas así? …pues tenemos un problema, porque además hay gente caprichosa que a la mínima nos castiga una temporada sin venir: si nos callamos es que somos maleducados, si contestamos con evasivas es que pasamos, si tratamos de cortar es que somos bordes… ¡No tenemos escapatoria!
 
Hablo desde mi punto de vista, desde luego, y no coincidirá en todo con otros compañeros… porque por ejemplo uno contratado seguramente tiene menos responsabilidad y se puede olvidar del bar cuando no está en él, pero también seguramente tiene que trabajar más horas de las acordadas y aguantar despotismos de un jefe; y una camarera seguramente añadiría que tiene que soportar muchos incordios con connotaciones sexistas o sexuales.
 
Es curioso que mucha gente tiene una percepción del trabajo de camarero como de cosa guay… fijándose sin duda solamente en los ratos de charla distendida con amigos o gente nueva que vale la pena conocer. Pero cada trabajo tiene lo suyo, y el de camarero tiene también los ratos con el especialito, el pesado, el bromista de dudoso gusto, el borracho, el maleducado, el desequilibrado, el que no paga, el imbécil con todas las letras, el listillo, el del complejo de superioridad, … que a veces vienen uno detrás de otro, o varios de esos a la vez, y no se puede huir de ellos como de hecho hacen otros clientes ante semejante desfile… y hasta el camarero con cátedra de psicología desfallece.

Y no digamos si se llevan ya a cuestas jornadas que bien pueden doblar en horas a la típica de 8 diarias o 40 semanales, con el agravante de que  generalmente se sabe cuándo se empieza a trabajar pero no cuándo se termina y uno no puede canalizar el estrés hacia el escape de saber que «venga, que solo me quedan un par de horas».
 
Por cierto, una situación típica: La una de la madrugada, un par de personas en el bar y sin expectativas razonables de que vaya a haber más ¿Tan difícil es darse cuenta de que es hora de dejar descansar al camarero? ¡Los hay que no lo pillan ni barriéndolos!
 
La mayoría de los clientes son agradables, por supuesto, y muchas veces también el de camarero es un trabajo gratificante…. pero aunque el camarero no se olvida de que gana dinero gracias al cliente, tampoco estaría de más que todo cliente pusiera un poco de comprensión si el camarero no fuera todo lo fantástico que esperaba de él (o ella, claro)… y recordara que un camarero (o camarera) no es una máquina.

 

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